mayo 20 2020
Si quieres, puedes
Hace más de 15 años que vivo en una Aldea, llegué a la de Tuxtla cuando tenía seis años junto a mis dos hermanos biológicos, lo único que recuerdo que es mi mamá no podía hacerse cargo de nosotros porque estaba bajo un proceso legal, así que nuestra mejor opción era la Aldea de Tuxtla, pues mi hermano tenía una discapacidad.
Yo nací en Chiapas y me siento muy orgullosa de ello, porque es uno de los estados más bellos de México. Además, en él viven las personas más importantes para mí y tengo grandes recuerdos de mi infancia, los que más destacó son mis años en la escuela, porque siempre obtuve buenas calificaciones; sin embargo, cuando concluí la secundaria tomé una de las decisiones más difíciles de mi vida, mudarme a la Aldea de la Ciudad de México para continuar con mis estudios.
Debido a la reforma educativa en Chiapas se llevaron a cabo diversos paros en las instituciones académicas, así que mi mejor opción era mudarme de ciudad para comenzar con mis estudios de preparatoria sin contratiempos.
Ese fue un cambio muy drástico en mi vida, pues la vida social y cultural entre Tuxtla y Ciudad de México son enormes. Aunque extrañaba mucho a mi familia y amigos, mi mayor meta era estudiar en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), por lo que también era necesario mudarme, afortunadamente tuve mucho apoyo del equipo psicopedagógico y de mi Familia SOS.
Conocer la Ciudad de México ha sido una de las mejores experiencias que he vivido, por sus lugares turísticos, costumbres, su gente y sin duda, aprender a andar en metro me ayudó mucho a moverme por la ciudad. Conseguí un empleo en una peletería, aunque fue algo informal porque aún era menor de edad, ahí me di cuenta de lo importante que es estudiar para tener mejores oportunidades.
Durante mis estudios en la preparatoria me otorgaron una beca y las exigencias para mantenerla eran grandes, pero mi deseo de estudiar en la UNAM era mucho mayor. La presión creció cuando entré a un curso de preparación, entre la escuela y el curso terminaba agotada.
Cuando presenté mi examen de admisión para la universidad, estaba muy nerviosa, nunca había visto a tantos jóvenes compitiendo por un lugar. Desafortunadamente, mis resultados no fueron como yo esperaba, solo me hicieron falta cinco aciertos para entrar a la Facultad de Derecho, no podía creer que estuve tan cerca de conseguirlo.
Esa situación me deprimió, pero con el apoyo de mi familia comprendí que era una prueba más para alcanzar mi meta, además fuimos millones de jóvenes los que ese día competimos por un lugar en una de las mejores escuelas del mundo. Yo solo había fallado por cinco aciertos, así que debía prepararme aún más y no rendirme.
Mientras esperaba mi siguiente oportunidad para entrar a la universidad, busqué un empleo formal, así inicié mi vida laboral y tuve que hacer frente a diversos retos, principalmente a ser más paciente, en aquel entonces comprendí que en campo laboral hay que aprender a tratar con personas maleducadas que pueden sacar la peor versión de ti y no por ello, debes volverte descortés.
En esa etapa también dejé de vivir en la Aldea de la Ciudad de México, me mudé a la casa juvenil de la Organización junto a otras jóvenes como yo, al principio fue un proceso complicado porque discutíamos por todo y constantemente teníamos problemas, con el paso de las semanas aprendimos la importancia de la comunicación asertiva y el respeto, así construimos una convivencia sana. Personalmente, aprendí a administrar mis gastos, a ser más responsable e independiente, hasta aprendí a cocinar y me gusta mucho hacerlo.
Actualmente trabajo como cajera en un restaurante, tengo una vida estable y me doy cuenta que he madurado en muchos aspectos y eso me ha permitido tomar las mejores decisiones.
Respecto a la universidad, he decidido estudiar en el sistema abierto, porque así podré continuar con mi trabajo para solventar mis gastos personales. Además, me siento muy feliz porque existe la posibilidad de entrar a un programa de becas por parte de la Universidad Iberoamericana, el cual cuenta con un programa llamado “Si quieres, puedes”.
Crecer en una Aldea Infantil SOS te brinda muchas oportunidades, en ocasiones no somos conscientes de ellas, pero con el tiempo aprendes a verlas y a aprovecharlas, yo me siento afortunada porque después de 15 años de haber llegado a la Aldea. Estoy construyendo mi camino hacia la independencia y contar con personas que me alientan a lograrlo, me hace saber que lo lograré.