Un amor incondicional

Un amor incondicional

“El día que mis hijos llegaron a mi casa, me robaron el corazón y ya no me lo regresaron”-, es así como Luisa, quien fuera Cuidadora SOS por más de 15 años en Aldeas Infantiles SOS, describe la llegada de sus hijos a su vida.

Luisa nunca planeó convertirse en mamá, durante muchos años trabajó bordando trajes típicos, pero necesitaba un cambio en su vida y sus hermanas le dijeron que debía ir con ellas a trabajar a Aldeas Infantiles SOS, porque ahí podía cuidar y dar amor a niños que lo necesitaban, en varias ocasiones le mencionaron la historia de un grupo de diez hermanos biológicos y le comentaban que ella era la indicada para ser su mamá.

Ella tenía 32 años cuando comenzó a trabajar en una Aldea Infantil SOS, primero fue tía de apoyo, es decir, su papel era ayudar a las Mamás SOS en el cuidado de los niños, adolescentes y jóvenes, aunque conocía bien el trabajo que hacían, ella no se sentía preparada para estar al frente de una casa, pero eso cambió cuando conoció a un grupo de diez hermanos.

Con el acompañamiento, apoyo y consejos de otras Mamás SOS decidió tener su propia Familia SOS, para tomar esta decisión también fue muy importante contar con el apoyo de su familia biológica, aunque en un principio se oponían, después supieron comprender que ella tenía todas las capacidades, pero sobre todo el amor para cuidar de diez niños, que se convertirían en sus hijos.

Luisa recibió a un grupo de diez hermanos biológicos, eran tres niñas y siete niños, Dean el menor de ellos tenía casi un año de edad y era quién más la necesitaba, pues presentaba problemas de salud, es así como ella asume la responsabilidad de cuidarlo y hoy es un joven de casi 18 años que goza de un excelente de salud. Cuando los diez niños llegaron a casa de Luisa, ella supo que su amor hacia ellos sería incondicional y ese día se convirtió en mamá.

La primera noche en su casa, ella no pudo dormir bien por estar al pendiente de cómo estaban sus hijos, se preguntaba si tenían miedo o si se sentían tristes, muchas preguntas resonaban en su cabeza, pero ella sabía que solo necesitaba mostrarles afecto, darles cuidados y amor para que sanaran sus heridas y su mirada recobrara la alegría que todo niño debe tener. 

Así como hubo momentos difíciles también hubo momentos felices, como la primera vez que la llamaron mamá o el día que uno de sus hijos le dijo que le contaría una historia triste, pero con un final feliz, y para sorpresa de ella, su hijo le contaba su propia historia y le hacía saber que se sentía feliz de que sus hermanos y él tuvieran una mamá que los cuidara y amara. 

Y así fue, el amor fue la clave que para que sus hijos pudieran vivir una infancia feliz en un hogar cálido como lo fue la Aldea de Huehuetoca donde vivieron más de 12 años, ahí festejaron cumpleaños, vivieron momentos difíciles y tristes que superaron unidos como familia, y un día soñaron con vivir fuera de ahí y formar su propio hogar.

Desde hace tres años, Luisa y sus diez hijos viven en Veracruz como una familia social, esta decisión surge cuando la mayoría de ellos ya habían egresado de la organización para emprender su vida independiente, así que solicita la custodia de sus dos hijos menores de edad para que juntos sigan creando recuerdos familiares en un nuevo hogar. 

Ella y sus hijos decidieron mudarse a Córdoba, Veracruz porque ahí radica toda la familia de Luisa, con quienes han convivido desde que los llevó a su casa para presentarlos, los acogieron con mucho cariño y amor, siempre los han visto como nietos, sobrinos, primos, etcétera, incluso el papá de ella se convirtió en una figura paterna para todos ellos. 

Aunque para Luisa y sus hijos fue muy triste dejar la Aldea, porque ese fue el lugar donde se conocieron y se convirtieron en una familia, se sienten dichosos de poder vivir como cualquier otra familia, porque siguen teniendo un hogar lleno de respeto, amor y cuidado.

Hoy, ella no solo tiene diez hijos, también siete nietos, dos niños y cinco niñas. Se siente feliz y agradecida por la familia que tiene.

La labor que desempeñan las Cuidadoras SOS es digna de admiración y respeto, porque son ellas quienes guían, escuchan, aconsejan y acompañan a los niños, adolescentes y jóvenes que tienen bajo su cuidado.