Mariana tiene 21 años y a diferencia de los jóvenes de su edad, ella ha pasado toda su vida en una cama porque tiene parálisis cerebral, trastorno de espectro autista y epilepsia refractaria.

Cuando su familia por miedo o dudas no supo lidiar con los cuidados que representaba su discapacidad, decidió dejarla en la Aldea Tuxtla, donde su pronóstico de vida sigue desafiando a la medicina, incluso en momentos donde la esperanza parece perderse, Mariana vuelve a desafiar la adversidad.

Si un episodio de epilepsia se presenta, ella se pone rígida, después convulsiona, lo que puede provocar que deje de respirar, por eso todos los días debe tomar su dosis de Lacosamida y Topiramato, medicamentos que controlan los ataques epilépticos, si un día de estos le hicieran falta, el estado de salud de Mariana empeoraría gravemente.

Ella se alimenta a través de una sonda de gastrostomía, por ello constantemente requiere de material de curación como Hypafix, la cinta que sujeta la sonda, Estericide o Microdacyn en spray para desinfectar el estómago (agujero donde se coloca la sonda) y guantes estériles para el personal médico, quienes se encargan de cuidar su estado de salud. Además, es vital controlar el clima de su habitación y garantizar una higiene integra, pues cualquier cambio brusco puede afectarle.

Ante la contingencia que vive el mundo por el covid-19, el equipo médico de la Aldea ha tomado medidas de precaución para el cuidado de Mariana, pues si ella llegase a contraer el virus deberá ser internada en un hospital que cuente con área intensiva, pues requería de apoyo respiratorio, porque sus pulmones podrían llegar a debilitarse aún más, incluso esto podría causarle la muerte.

Con el paso del tiempo, la condición médica de Mariana se vulnera más debido a la discapacidad que presenta. Sin embargo, los cuidados médicos que recibe en la Aldea le permiten tener una mejor calidad de vida y así lo ha demostrado en varias ocasiones, cuando en el hospital parece que va a perder la batalla, recupera fuerzas para hacer frente a la adversidad y así regresar a casa junto a la familia que tiene en la Aldea.

Hace cinco años, su esperanza de vida era solo de un año más. La historia de Mariana es una de muchas otras que hay en la Aldea de Tuxtla, donde los niños y adolescentes con discapacidad tienen cuidados médicos especializados, pero sobre todo el cariño y amor, que contribuye a darles una mejor calidad de vida.